Sexta Ley Universal
Primera parte
Primera parte
Ley de Causa y Efecto
"Todo efecto tiene una causa, toda causa tiene su efecto.
No hay casualidad"
Este Principio dice que la casualidad no existe y que lo que en realidad sí existe son planos de causalidad y planos en los que se manifiestan los efectos. El primer grupo lo integran los planos superiores: nuestras creencias, nuestra fe, nuestra propia voluntad. El segundo grupo lo integran los planos inferiores: nuestra mente racional, nuestras emociones y nuestro cuerpo físico.
¿Desde donde vivimos nuestra vida?
¿Desde donde tomamos las decisiones?
¿Lo hacemos desde los planos superiores o desde los planos inferiores?
¿Desde donde tomamos las decisiones?
¿Lo hacemos desde los planos superiores o desde los planos inferiores?
El reconocimiento de esta Ley nos enseña que elevando nuestra conciencia hacia los planos superiores de nuestro ser (en qué creemos, en qué tenemos fe, qué es lo verdaderamente nuestro), seremos nosotros los que tendremos el control de nuestra vida y sus circunstancias; de lo contrario sin saberlo, cederemos nuestro poder a los demás, al entorno
Nada sucede por casualidad, el azar no existe. Vivimos en un mundo causal. El Universo es el efecto visible de una causa invisible que lo produce. Tal como la electricidad, o la fuerza electromagnética, de las que conocemos sus efectos pero no podemos verlas, ni olerlas, ni oírlas, ni saborearlas; pero sí podemos sentirlas; y por ello damos fe de sus manifestaciones en el plano concreto de la vida.
La Existencia es un fenómeno eterno e infinito de causas y efectos concatenados que le dan sustancia a nuestra realidad concreta. Esa Energía Eterna e Infinita es Purísima, Inmaculada, Serena, generadora de puro BIEN que se dispone en Equilibrio Perfecto. Es Amor. En el Universo todo marcha en armonía. Cada cuerpo celeste gravita en su órbita sin interferir con su semejante, apenas relacionándose con él. Mientras que el dinamismo necesario de toda energía en movimiento requiere de cierto grado de implosión-explosión, como mecanismo controlado de avance y retroceso. Jamás es destructivo, sino es el que se requiere en todo proceso de transformación.
No podremos jamás, a partir de nuestra mente concreta, inferior; definir a Dios. Eso sería absurdo, ‘la parte no puede definir al TODO’. Pero si puede ser uno con ÈL, puede sentirlo en su Ser íntimo, en su Centro. Allí somos dioses, allí vibramos en la frecuencia del Amor. Allí la chispa divina regresa a la fuente que la emanó. La gota vuelve al Océano. Es el regreso a casa. Eso significa vivir permanentemente Centrado. Es nuestro destino insoslayable. Somos viajeros en ruta hasta llegar a casa. El tiempo de arribo a destino depende exclusivamente de nosotros: de nuestro nivel de conciencia, de nuestro reconocimiento de la Verdad Una, de nuestro esfuerzo impertérrito por lograr el cambio necesario: por vibrar desde el Amor.
Toda causa genera efecto, que a su vez se transforma en causa…. Esta Ley forja nuestra individualidad física, emocional, mental y espiritual.
Desde el nacimiento el ser humano empieza el proceso de adaptación, de condicionamiento al mundo exterior. Al nacer, la mujer o el hombre son puro Centro, puro amor. Hay inocencia, espontaneidad, frescura, irracionalidad, juego, no tiene límites. Por eso los bebés son tan maravillosos, graciosos, dulces, tiernos; y nuestro corazón reconoce su divinidad. Pero es una divinidad inconsciente. Puede convertirse fácilmente en ‘tiranía’. De allí la necesidad de facilitarle a la pequeña o pequeño un entorno (personas y ambiente) en el cual pueda aprender a relacionarse con el mundo armoniosamente, a través del desarrollo de una personalidad que no esté disociada de su propio Centro, de su propia Verdad Única; pues somos individualizaciones únicas de Dios. No existe una combinación mente-emoción-cuerpo físico igual a otra, nada se repite en la Existencia.
La educación, no es más que un mecanismo de adaptación; de enseñarle al ser humano recién nato a reconocerse. A ‘conocer el equipo con el que fue dotado para la vida’. A que vaya descubriendo sus propios límites y los respete. Si lo hace respetará siempre a los demás. Que reconozca sus dones, sus talentos y los desarrolle en su propio beneficio y en el de los demás. Así aprenderá a plasmar su creatividad con alegría y comunión. Que aprenda a saborear y disfrutar de sus logros, pero principalmente de los retos que tenga que enfrentar. Con ello fortalecerá un carácter que refleje su Verdadero Ser. En suma, la educación, el condicionamiento; debe ayudarle al ser humano a construir una vida feliz, armoniosa, serena, saludable. Amorosa. Debe ayudar a que de la semilla florezca el Ser Humano.
No podremos jamás, a partir de nuestra mente concreta, inferior; definir a Dios. Eso sería absurdo, ‘la parte no puede definir al TODO’. Pero si puede ser uno con ÈL, puede sentirlo en su Ser íntimo, en su Centro. Allí somos dioses, allí vibramos en la frecuencia del Amor. Allí la chispa divina regresa a la fuente que la emanó. La gota vuelve al Océano. Es el regreso a casa. Eso significa vivir permanentemente Centrado. Es nuestro destino insoslayable. Somos viajeros en ruta hasta llegar a casa. El tiempo de arribo a destino depende exclusivamente de nosotros: de nuestro nivel de conciencia, de nuestro reconocimiento de la Verdad Una, de nuestro esfuerzo impertérrito por lograr el cambio necesario: por vibrar desde el Amor.
Toda causa genera efecto, que a su vez se transforma en causa…. Esta Ley forja nuestra individualidad física, emocional, mental y espiritual.
Desde el nacimiento el ser humano empieza el proceso de adaptación, de condicionamiento al mundo exterior. Al nacer, la mujer o el hombre son puro Centro, puro amor. Hay inocencia, espontaneidad, frescura, irracionalidad, juego, no tiene límites. Por eso los bebés son tan maravillosos, graciosos, dulces, tiernos; y nuestro corazón reconoce su divinidad. Pero es una divinidad inconsciente. Puede convertirse fácilmente en ‘tiranía’. De allí la necesidad de facilitarle a la pequeña o pequeño un entorno (personas y ambiente) en el cual pueda aprender a relacionarse con el mundo armoniosamente, a través del desarrollo de una personalidad que no esté disociada de su propio Centro, de su propia Verdad Única; pues somos individualizaciones únicas de Dios. No existe una combinación mente-emoción-cuerpo físico igual a otra, nada se repite en la Existencia.
La educación, no es más que un mecanismo de adaptación; de enseñarle al ser humano recién nato a reconocerse. A ‘conocer el equipo con el que fue dotado para la vida’. A que vaya descubriendo sus propios límites y los respete. Si lo hace respetará siempre a los demás. Que reconozca sus dones, sus talentos y los desarrolle en su propio beneficio y en el de los demás. Así aprenderá a plasmar su creatividad con alegría y comunión. Que aprenda a saborear y disfrutar de sus logros, pero principalmente de los retos que tenga que enfrentar. Con ello fortalecerá un carácter que refleje su Verdadero Ser. En suma, la educación, el condicionamiento; debe ayudarle al ser humano a construir una vida feliz, armoniosa, serena, saludable. Amorosa. Debe ayudar a que de la semilla florezca el Ser Humano.
"Turbina"
Mandala pintado por mi
Continúa Sexta Ley Univeral en
http://conciencialuzvioleta.blogspot.com/2009/09/como-sentimos-que-ha-sido-nuestra.html
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