…una mirada diferente

Epílogo

Cuando una mujer y un hombre se unen y hay fecundación, se cursa una invitación a la Vida; y si la invitación es aceptada (porque puede no ser aceptada) una pequeña vida (Ser, alma individual…) viene a ocupar ese espacio físico (humano) que le ha sido ofrecido, con el único fin de gozar lo que ya domina y aprender con alegría aquello que lo hará evolucionar hacia mayores niveles de consciencia (su plan de vida).

Entonces, el nuevo ser-humano empieza a formar el cuerpo físico que le ha de servir como vehículo para realizar su plan individual de vida; a partir del material proporcionado por los padres que escogió para venir al mundo.

El nuevo ser humano viene al mundo con un don (‘su pan bajo el brazo’) por descubrir, que solo él tiene (por eso la competencia es antinatural, lo que es natural es la comunión pues en la comunión hay sinergia). También trae un conjunto de habilidades y destrezas que tendrá que desarrollar, para descubrir su don. Pero también viene con una ‘carga de trabajo’ a realizar en la vida: un conjunto de retos que fortalecerán su carácter (personalidad) y que constituyen su tarea evolutiva hacia un mayor nivel de consciencia.

Todo bebé al nacer es mitad humano y mitad divino, está conectado con Dios y a través de su pequeño cuerpecito con el mundo, con la vida terrenal. Es puro, es amor. Es inocente, frágil, indefenso y,… dependiente de otros. Pero también es inconsciente de sí mismo, y aprenderá sobre si mismo y sobre el mundo que lo rodea (personas y entorno) mediatizado, es decir; por intermedio de las personas que estén a su cargo: en primera instancia la madre, luego el padre, tutor, escuela, iglesia, sociedad (con sus costumbres, creencias, cultura y características propias del entorno geográfico).

Como todo ser dependiente, necesita ser nutrido y protegido con amor para continuar existiendo en el mundo al que deseo llegar para gozar y aprender. Por un lado, su cuerpo físico necesitará de ‘leche’ (es el alimento material), pero también necesitará de ‘miel’ (es el alimento espiritual), la alegría de vivir, la fe en un mundo amoroso que lo acoge con ternura pero con firmeza, con libertad; pero dentro de los límites adecuados en cada etapa de su vida.

Todas las madres sin excepción damos ‘leche’,…. pero solo unas cuantas dan ‘miel’, porque para dar miel hay que ser una mujer feliz.

Tomado de

"LAS LEYES UNIVERSALES
Un Enfoque Personal"

Miryam B. Medina G.

Enero 2010

(Por publicar)