"Actuar desde el corazon"
La energia del corazon es la que nos mantiene honestos y en integridad con nuestras intenciones. Venimos de la Luz, esa es nuestra familia. Somos todos UNO, la separatidad no existe. Actuar desde el corazon es: no hacer daño, ser honesto, íntegro, encontrar el gozo siempre y vivirlo al tope; ah! y también, dar las gracias.
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jueves, 3 de febrero de 2011

¿CÓMO SE LOGRA LA CURACIÓN?

Tomado de un Curso de Milagros

Para que la curación pueda tener lugar, es necesario que se entienda el propósito de la ilusión de la enfermedad. Sin ese entendimiento la curación es imposible.

I. El propósito de la enfermedad

1.


La curación se logra en el instante en que el enfermo deja de atribuirle valor al dolor. ¿Quién elegiría sufrir a menos que pen­sase que con ello podría ganar algo, y algo que tiene valor para él?

Indudablemente cree que está pagando un precio módico por algo de mayor valor, pues la enfermedad es una elección, una decisión. Es la elección de la debilidad, procedente de la equivocada convicción de que es fuerza. Cuando esto ocurre, se ve a la verdadera fuerza como una amenaza y a la salud como algo peligroso. La enfermedad es un método, concebido en la locura, para sentar al Hijo de Dios en el trono de su Padre. A Dios se le ve como algo externo, poderoso y feroz, ansioso por quedarse con todo el poder para Sí Mismo. Sólo con Su muerte puede Su Hijo conquistarle.

2.


¿Y qué representa la curación dentro de esta loca convicción? Simboliza la derrota del Hijo de Dios y el triunfo de su Padre sobre él. Representa el desafío supremo -en forma directa- que el Hijo se ve forzado a aceptar. Representa todo lo que él se ocultaría a sí mismo para proteger su "vida" Si se cura, él es responsable de sus pensamientos. Y si es responsable de sus pensamientos, será destruido a fin de demostrarle cuán débil y miserable era. Más si él mismo elige la muerte, su debilidad se convierte en su fuerza. Ahora se ha impuesto a sí mismo lo que Dios le habría impuesto, y de esta forma ha usurpado completa­mente el trono de su Creador.

II. Un cambio de percepción



1.


La curación es directamente proporcional al grado de recono­cimiento alcanzado con respecto a la falta de valor de la enfermedad. Sólo con decir: "Con esto no gano nada" uno se curaría. Pero antes de uno poder decir esto, es preciso reconocer ciertos hechos. En primer lugar, resulta obvio que las decisiones son algo propio de la mente, no del cuerpo. Si la enfermedad no es más que un enfoque defectuoso de solventar problemas, tiene que ser entonces una decisión. Y si es una decisión, es la mente, y no el cuerpo, la que la toma. La resistencia a reconocer este hecho es enorme, ya que la existencia del mundo tal como lo percibes depende de que sea el cuerpo el que toma las decisiones. Términos tales como "instintos", "reflejos" y otros similares, re­presentan intentos de dotar al cuerpo con motivadores no mentales. En realidad, tales términos no hacen más que enunciar o describir el problema, pero no lo resuelven.

2.


La base fundamental de la curación es la aceptación del hecho de que la enfermedad es una decisión que la mente ha tomado a fin de lograr un propósito para el cual se vale del cuerpo. Y esto es cierto con respecto a cualquier clase de curación. El paciente que acepta esto se recupera. Si se decide en contra de la recupe­ración, no sanará. ¿Quién es el médico entonces? La mente del propio paciente. El resultado acabará siendo el que él decida. Agentes especiales parecen atenderle, sin embargo, no hacen otra cosa que dar forma a su elección. Los escoge con vistas a darle forma tangible a sus deseos. Y eso es lo único que hacen. En realidad, no son necesarios en absoluto. El paciente podría sencillamente levantarse sin su ayuda y decir: "No tengo nin­guna necesidad de esto". No hay ninguna forma de enfermedad que no se curase de inmediato.

3.


¿Qué es lo único que se necesita para que este cambio de percepción tenga lugar? Simplemente esto: el reconocimiento de que la enfermedad es algo propio de la mente, y de que no tiene nada que ver con el cuerpo. ¿Qué te "cuesta" este reconocimiento? Te cuesta el mundo que ves, pues ya nunca más te parecerá que es el mundo el que gobierna a la mente. Con este reconocimiento se le atribuye la responsabilidad a quien verdaderamente la tiene: no al mundo, sino a aquel que contempla el mundo y lo ve como no es. Pues ve únicamente lo que elige ver. Ni más ni menos. El mundo no le hace nada. Pero él pensaba que le hacía algo. ÉI tampoco le hace nada al mundo, ya que estaba equivocado con respecto a lo que el mundo era. En esto radica tu liberación de la culpabilidad y de la enfermedad, pues ambas son una misma cosa. Sin embargo, para aceptar esta liberación, la insignificancia del cuerpo tiene que ser una idea aceptable.

4.


Con esta idea, el dolor desaparece para siempre. Pero con esta idea desaparece también cualquier confusión acerca de la creación. ¿Cómo podría ser de otra manera? Basta con poner causa y efecto en su verdadera secuencia con respecto a algo para que el aprendizaje se generalice y transforme al mundo. El valor de la transferencia de una idea verdadera no tiene límites ni final. El resultado final de esta lección es el recuerdo de Dios. ¿Qué significado tienen ahora la culpabilidad, la enfermedad, el dolor, los desastres y todos los sufrimientos? Al no tener ningún pro­pósito, no pueden sino desaparecer. Y con ellos desaparecen también todos los efectos que parecían tener. Causa y efecto no son sino una réplica de la creación. Vistos en su verdadera pers­pectiva, sin distorsiones y sin miedo, reestablecen el Cielo.

III. La función del maestro de Dios

1.


Si el paciente tiene que cambiar de mentalidad para poderse curar, ¿qué puede hacer el maestro de Dios? ¿Puede cambiar la mentalidad del paciente por él? Desde luego que no. Para aquellos que ya están dispuestos a cambiar de mentalidad, la función del maestro de Dios no es otra que la de regocijarse con ellos, pues se han convertido en maestros de Dios junto con él. Con aquellos que no entienden lo que es la curación, no obstante, tiene una función más específica. Estos pacientes no se dan cuenta de que ellos mismos han elegido la enfermedad. Por el contrario, creen que la enfermedad los ha elegido a ellos. No tienen tampoco una mentalidad abierta al respecto. El cuerpo les dice lo que tienen que hacer y ellos obedecen. No tienen idea de cuán demente es este concepto. Sólo con que lo sospecharan, se curarían. Pero no sospechan nada. Para ellos la separación es absolutamente real.

2.


Los maestros de Dios van a estos pacientes representando otra alternativa que dichos pacientes habían olvidado. La simple presencia del maestro de Dios les sirve de recordatorio. Sus pensamientos piden el derecho de cuestionar lo que el paciente ha aceptado como verdadero. En cuanto que mensajeros de Dios, los maestros de Dios son los símbolos de la salvación. Le piden al paciente que perdone al Hijo de Dios en su Nombre. Representan la Alternativa. Con la Palabra de Dios en sus mentes, vienen como una bendición, no para curar a los enfermos sino para recordarles que hay un remedio que Dios les ha dado ya. No son sus manos las que curan. No son sus voces las que pro­nuncian la Palabra de Dios, sino que dan sencillamente lo que se les ha dado y exhortan dulcemente a sus hermanos a que se aparten de la muerte: ¡He aquí, Hijo de Dios, lo que la Vida te puede ofrecer! ¿Prefieres elegir la enfermedad en su lugar?"

3.


Los maestros de Dios avanzados no toman en consideración, ni por un instante, las formas de enfermedad en las que sus hermanos creen. Hacerlo sería olvidar que todas ellas tienen el mismo propósito y que, por lo tanto, no son en modo alguno diferentes. 3Los maestros de Dios tratan de oír la Voz de Dios en ese hermano que se engaña a sí mismo hasta el punto de creer que el Hijo de Dios puede sufrir. Y le recuerdan que él no se hizo a sí mismo y que aún es tal como Dios lo creó. Los maestros de Dios reconocen que las ilusiones no pueden tener efectos. La verdad que se encuentra en sus mentes se extiende hasta la ver­dad que se encuentra en las mentes de sus hermanos, y de este modo no refuerzan sus ilusiones. Así éstas se llevan ante la verdad; la verdad no se lleva ante ellas. Y de esta manera se disipan, no por medio de la voluntad de otro, sino por medio de la única Voluntad que existe en unión Consigo Misma. Ésta es la función de los maestros de Dios: no ver voluntad alguna separada de la suya, ni la suya separada de la de Dios.}}


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Juan Carlos Fernández


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