Vivir desde la respuesta
Hay una diferencia sutil, no obstante poderosa, entre
trabajar hacia un resultado y pensar y sentir desde el resultado. Cuando
trabajamos hacia algo, nos embarcamos en una jornada eterna e indefinida. Aunque
podemos identificar grandes logros y establecer metas que nos acerquen a
nuestros sueños, en nuestras mentes siempre estamos "en camino" hacia
el objetivo, en vez de "en" la experiencia de lograrlo. Esta es
precisamente la razón por la cual la exhortación de Neville a "entrar en
la imagen" del deseo de nuestro corazón y "pensar desde éste" es
tan poderosa en nuestras vidas.
En el antiguo estudio de las artes marciales, vemos una
hermosa metáfora en el mundo físico, precisamente para la forma en que este
principio funciona en la conciencia.
Sin duda ha visto demostraciones de personas entrenadas
en estas disciplinas, combinando sus poderes de concentración y fortaleza en un
único momento de intenso enfoque, en donde son capaces de realizar verdaderas
proezas (tales como romper un bloque de concreto o una pila de trozos de
madera) que de lo contrario sería imposible lograr. El principio que permite
estas demostraciones es el mismo que Neville describió en su historia de la
sanación del joven.
Aunque a veces existen "trucos" que se usan
para lograr estas sorprendentes proezas, sin el énfasis espiritual, cuando son
realizadas de forma auténtica, la clave del éxito yace en el lugar en donde los
artistas marciales colocan su atención. Por ejemplo, cuando deciden romper un
bloque de concreto, la última cosa que pasa por sus mentes es el punto de
contacto entre sus manos y la superficie. Tal como sugiere Neville en sus
instrucciones al joven moribundo, la clave es colocar el enfoque en el acto
consumado: la sanación ya lograda o el ladrillo ya roto.
Los artistas marciales lo logran centrando su percepción
en un punto que está más allá del fondo del bloque. La única manera en que sus
manos pueden llegar a este lugar, es si ya han traspasado el espacio entre ellos
y ese punto. El hecho de que el espacio esté ocupado por algo sólido, como un
bloque de concreto, se convierte en algo secundario. De esta manera, piensan
desde el punto de la consumación, en vez de en la dificultad de llegar ahí.
Están experimentando la alegría de lo que se siente
lograr el acto, en vez de en todas las cosas que pueden ocurrir antes de tener
éxito. Este sencillo ejemplo precisamente ofrece una poderosa analogía de la
forma en que la conciencia parece funcionar.
Poco después de cumplir mis veinte años, experimenté en
persona este principio. Fue durante esa época que el centro de mi vida dio un
giro: pasé de trabajar en una industria de cobre y de ser músico en una banda
de rock, a enfocarme en la espiritualidad del poder interior. En la mañana del
día en que cumplí mis 21 años, me encontré repentina e inesperadamente atraído
hacia una combinación de actividades que incluían atletismo de larga distancia,
yoga, meditación y artes marciales. Comencé apasionadamente a dedicarme a estas
cuatro vocaciones, y se convirtieron en la "roca" a la cual me
aferraba cada vez que mi mundo parecía derrumbarse ante mí. Un día mientras
estaba en el dojo (salón de práctica para artes marciales) antes de nuestra
clase de karate, fui testigo del poder del enfoque concentrado de una manera
que jamás había visto antes, habiendo crecido en la zona central del norte de
Missouri.
Ese día, nuestro instructor entró a la habitación y nos
pidió que hiciéramos algo muy diferente a las prácticas de forma y movimiento que
nos eran familiares. Nos explicó que se sentaría en el centro de la gruesa
estera en donde pulíamos nuestras técnicas, cerraría sus ojos y entraría en
meditación. Durante este ejercicio, estiraría sus brazos hacia cualquiera de
los lados de su cuerpo, con sus palmas abiertas y hacia abajo. Nos pidió que le
diéramos un par de minutos para "anclarse" en esa posición de T y
luego nos invitaría a que hiciéramos cualquier cosa que pudiéramos para hacerlo
cambiar de posición.
Los hombres de nuestra clase superábamos a las mujeres
casi por el doble, y siempre había una competencia amistosa entre ambos sexos.
Ese día, no obstante, no hubo dicha división.
Juntos, nos sentamos cerca de nuestro instructor, en
silencio y sin movernos.
Lo observamos mientras caminaba hacia el centro de la
estera, en donde se sentó con las piernas cruzadas, cerró sus ojos, levantó sus
brazos y cambió su patrón de respiración.
Recuerdo que yo estaba fascinado y observaba de cerca
mientras su pecho se hinchaba y se encogía, cada vez más despacio hasta que era
difícil darse cuenta si respiraba o no.
Asintiendo todos en acuerdo, nos acercamos e intentamos
cambiarlo de lugar. Al principio, pensamos que iba a ser un ejercicio fácil, y
solamente lo intentamos unos cuantos de nosotros. Tomábamos sus brazos y
piernas, jalábamos en diferentes direcciones sin el menor éxito. Sorprendidos,
cambiamos nuestra estrategia y nos reunimos a uno de sus lados para intentar
usar nuestros pesos combinados para forzarlo hacia la dirección opuesta.
Aun así, no logramos desplazar ni sus brazos, ¡ni
siquiera los dedos de sus manos!
Después de unos momentos, respiró profundamente, abrió
sus ojos y con el tierno humor que habíamos llegado a respetar, nos preguntó:
"¿Qué pasó? ¿Cómo es que sigo aquí?"
Después de una carcajada que aligeró la tensión y con un
brillo familiar en sus ojos, nos explicó lo que acababa de ocurrir.
"Cuando cerré mis ojos," dijo, "tuve una
visión que fue como un sueño, y ese sueño se convirtió en mi realidad. Me
imaginé dos montañas, una a cada lado de mi cuerpo, y yo en la tierra entre los
dos picos." Mientras hablaba, vi de inmediato la imagen con el ojo de mi
mente y sentí que de alguna manera, él nos estaba instilando la experiencia
directa de su visión.
"Atada a cada uno de mis brazos," continuó,
"vi una cadena que me ligaba a la cima de cada montaña. Siempre y cuando
las cadenas estuvieran ahí, yo estaba conectado a las montañas de una forma que
nada podía cambiar." Nuestro instructor observó nuestros rostros fascinados
con cada una de sus palabras. Con una gran sonrisa, concluyó: "Ni siquiera
una clase llena de mis mejores estudiantes pudo cambiar mi sueño."
Por medio de una breve demostración en una clase de artes
marciales, este hermoso hombre nos había brindado a cada uno de nosotros una
percepción directa del poder de redefinir nuestra relación con el mundo. La
lección no era tanto sobre cómo reaccionar ante lo que el mundo nos estaba
mostrando, sino sobre cómo crear nuestras propias reglas para lo que optemos
vivir.
El secreto era que nuestro instructor se estaba
experimentando desde la perspectiva de que él ya estaba fijo en un lugar en esa
estera. En esos momentos, él estaba viviendo desde el resultado de su
meditación. Hasta que decidió romper las cadenas en su imaginación, nada podía
moverlo. Y eso es precisamente lo que descubrimos.
En palabras de Neville,
la forma de lograr tal proeza es hacer de "su sueño futuro un hecho
presente." En un lenguaje prosaico, que suena casi demasiado cándido como
para ser real, él nos dice precisamente cómo lograrlo. Por favor, no se deje
engañar por la simplicidad de las palabras del visionario, cuando nos sugiere
que lo único que tenemos que hacer para transformar nuestra imaginación en
realidad es "asumir el sentimiento de nuestro deseo realizado." En un
universo participante producto de nuestra creación, ¿por qué anticipamos que
sea difícil tener el poder de crear?
Clave 7: El
enfoque de nuestra conciencia se convierte en la realidad de nuestro mundo.
Extracto de La
Matriz Divina.
Gregg Braden.
Pag. Anterior: Varios/Otros - Descubriendo la
matriz divina. Clave 5 y 6.
http://www.trabajadoresdelaluz.com.ar/index.php?ndx=2669Pag. Siguiente: Varios/Otros - Curso básico de creciación de la realidad. Clave 8 y 9.
http://www.trabajadoresdelaluz.com.ar/index.php?ndx=2672
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