Laura Foletto
Estar encarnados es una maravillosa
oportunidad. ¿Pensamos alguna vez en ello? En las corridas de la vida diaria,
raramente nos hacemos preguntas fundamentales. Nos decimos: “esto es lo que
soy; esto es lo que es” y seguimos adelante. Habiendo tanta confusión y estrés,
¿para qué nos vamos a dificultar más la vida indagando acerca de ella? Sin embargo,
eso es lo que realmente nos la simplificaría.
Como he comentado antes, esta
sociedad es producto del Ego y está vaciada de espiritualidad y sentido. ¿Qué
es el Ego? Es eso que llamamos “Yo”: yo soy Juan Pérez; yo soy empleado; yo
soy hijo, padre, marido, hermano, amigo; yo soy bueno, trabajador,
voluntarioso, malhumorado. Usamos mucho el “tengo” con el Ego: yo tengo una
casa, un auto, un empleo, un hijo, un prestigio, un carácter. Y muchísimo los
verbos que denotan actividad (generalmente, con el “tengo que” adelante): yo
voy a la oficina, yo plancho, yo corro, yo hago dieta, yo llevo los chicos a la
escuela.
Si analizamos el párrafo anterior, el
Ego parece ser una colección de roles y de facetas, llevadas a la acción. Y
así es. Ese Yo que tratamos como si fuera un ente monolítico, es en realidad
una multitud de aspectos, que se contradicen entre sí. Basta que nos pongamos
un objetivo, para que surjan cantidad de ellos que dudan, se enojan, tienen
miedo, se desmerecen, etc. Habitualmente, los calificamos en buenos y malos
y ahí nos la complicamos peor, porque terminamos juzgándonos, culpándonos y
castigándonos por no ser esa persona agradable, consistente y productiva que deberíamos
ser.
Así las cosas, se podrían resumir en
algo así como “nazco, me reproduzco, consumo y muero”. ¿Eso es todo? Las
preguntas esenciales nacen cuando logramos todas las cosas que nos prometieron
que nos iban a hacer felices y no lo somos. Las grandes crisis, la frustración
continua, la insatisfacción, el vacío nos lleva a plantearnos qué más somos,
qué más hay además del Ego.
Existen muchas explicaciones, como
sabrás. Todas reclaman ser las únicas y auténticas y tener libros autorizados y
pruebas fehacientes. Conócelas y elige la que sea afín a tu corazón y sirva
a tu mayor transmutación. Como habrás notado, yo tengo una síntesis
personal, producto de años de estudios y vivencias. Entre otras cosas, creo en
la reencarnación (o en algo parecido a ello, ya que somos un tanto más
complejos que la sencilla idea de ir y venir en distintos cuerpos, en distintos
tiempos). Sin entrar en discusiones abstractas (no evangelizo; comparto), somos
un Espíritu, una chispa divina, que tiene un Alma, que coordina los
aprendizajes, experiencias y evoluciones en diferentes dimensiones, tiempos,
lugares y criaturas.
Una de esas posibilidades es estar
encarnados en este planeta. Para concretarla, el Alma crea en cada una de
ellas un determinado diseño, para asegurarse un determinado aprendizaje. El
cuerpo que tenemos, la personalidad, los padres, las cualidades y desafíos, el
lugar, la clase social, los dones, todo tiene un propósito. Este
propósito se despliega a lo largo de la existencia de cada uno, forzando a
comprenderlo y honrarlo en su cumplimiento.
¿Vas entendiendo que no viniste aquí
a tener y hacer? ¿Que tu vida es una creación desde su mismo inicio y que está
en ti seguir creándola desde tu mayor conciencia y magnificencia? ¿Que lo
“malo” que somos o hacemos y los sufrimientos que conllevan son una forma de
aprender simplemente? Tener un cuerpo físico en la Tierra implica muchos
niveles, desde el más primario de conocerlo y sobrevivir al más arduo de buscar
la trascendencia. Como Humanidad, hemos hecho que este proceso sea demasiado
brutal y, paradójicamente, inhumano.
Todos somos responsables, porque
hemos contribuido en este tiempo y en otros a que esto sea así. Es hora de
tomar conciencia plena de que Todos Somos Uno. Que lo que nos sucede a cada
uno no termina en nuestra propia burbuja sino que es patrimonio común, a través
de la energía divina que nos hermana, a través de una red invisible que nos
une, hoy y siempre. Es tiempo de traer el Cielo a la Tierra y vernos como
seres espirituales haciendo un tránsito humano. Esto significa, entre otras
cosas, hacernos la vida más simple, verdadera, alegre, abundante, conectada. Desapegarnos
de las nimiedades del Ego (un instrumento, no nuestro dueño), de sus dramas
tontos y aún de sus grandes miserias y sufrimientos. Somos mucho más que una
colección de aspectos sin sentido; ellos están para experimentar los
desafíos de ser un creador responsable.
Nos debemos el vivir desde la
luminosa guía de nuestro Ser. Se trata de cambiar hacia una mirada más
integral, abarcadora, conciente, amorosa. Es la salida que estamos buscando en
medio de la oscuridad. No está afuera ni en los demás. Está dentro de nosotros
mismos.
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